Nos proponemos difundir la historia de la Universidad de Sonora, para lo cual ya se han publicado cuatro libros. Además, nos proponemos opinar sobre política educativa y el conjunto de circunstancias que inciden sobre la educación pública. Se trata de una labor enraizada en el estudio de la historia de nuestro país y a ella habremos de dedicar también nuestro trabajo.

¿CÓMO PROTEGEN LAS AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD DE SONORA LAS OBRAS ORIGINALES DE SUS ACADÉMICOS?






Miguel Castellanos Moreno


Formulo los siguientes comentarios a una historia oficial elaborada por el periodista Carlos Moncada, la cual tiene como tema la Universidad de Sonora, institución que generosamente le imprimió mil ejemplares.


Si bien, en la introducción se refiere elogiosamente a mis trabajos publicados hace quince y catorce años --y a las obras de otros compañeros universitarios--, me cita solo una vez, aunque tomó del primero de ellos mucho más de lo que reconoce.
El período de su primer tomo es el mismo de mi primer libro: Historia de la Universidad de Sonora 1938-1953. Periodizar es una tarea que no se revela automáticamente al historiador; periodizar es una labor intelectual que exige destacar aquellos elementos que el historiador considera esenciales para delimitar un período en el tiempo; si bien, dichos elementos forman parte de lo acontecido, pueden no ser perceptibles para el historiador que es quién los abstrae y define los cortes en el tiempo. Escogí el año de 1938 como inicio de la historia de la Universidad, porque es un lapso de tiempo que contiene una serie de sucesos que le dan cierta homogeneidad y continuidad, lo cual se rompe en 1953. Esos cortes no tienen que ver con los años en que se promulgaron sus primeras leyes orgánicas. Moncada no se tuvo que preocupar de eso, simplemente toma esa periodización como válida, cosa que me halaga, pero me preocupa.
Los hechos históricos no se revelan mecánicamente al historiador, a menos que se practique un poco recomendable empirismo histórico; los hechos históricos se revelan en el proceso de construcción de conocimiento; hacer historia implica una labor de abstracción en la cual el historiador selecciona los elementos con que construye los hechos históricos que relata, en esa tarea se vuelven comprensibles acontecimientos físicos que parecían inconexos, los cuales puestos en una nueva relación constituyen al hecho histórico. Esto lo sabe cualquier estudiante que ha cursado Metodología de las Ciencias Sociales en el Departamento de Sociología y Administración Pública; ellos estudian los aspectos epistemológicos del conocimiento.


El resultado del proceso de transitar de lo abstracto a los hechos históricos concretos se refleja en categorías y enunciados que agrupan un conjunto de conceptos y juicios que cobran sentido solo en la relación en que son expuestos, en que unos datos son relacionados con otros datos. Estos constructos se presentan en apartados con títulos y subtítulos. La manera de conformarlos es la huella que el historiador deja en su trabajo. Moncada no tuvo que efectuar esa tarea intelectual, simplemente siguió los hechos históricos de mi trabajo y agregó otros comentarios o redujo contenidos sin darme crédito alguno.


Moncada sigue el procedimiento que, a quiénes somos historiadores, nos recomendaron nuestros maestros no efectuar nunca: seguir las fuentes y los apartados temáticos de un autor, reproducir los datos y elementos explicativos que éste encontró, y citar sus fuentes sin citarlo a él.


Las fuentes pueden ser extensas, laboriosas y también tediosas; exigen muchas horas de paciente búsqueda para encontrar los datos que den respuesta a las preguntas que nos hacemos y que permitan sustentar las conjeturas e hipótesis con que trabajamos. A veces puede bastar el testimonio de los personajes de nuestras historias para corroborar una conjetura, pero otras veces hace falta aportar elementos explicativos que comprueben nuestras hipótesis. Cuando un escritor camina atrás de los pasos de otro se evita esta tediosa pero nutritiva tarea. En estos casos uno puede sentir los pasos del que viene atrás, como cuando sentimos que alguien nos mira y volteamos y sí allí hay alguien.


En las llamadas ciencias de la naturaleza, como la biología, la física, la química y las matemáticas, se considera como investigación de frontera a las actividades científicas que buscan generar nuevo conocimiento.


Se justifica una publicación cuando los conocimientos encontrados son nuevos. La acción de reconsiderar un problema previamente comprendido tiene sentido únicamente si se aborda desde un ángulo diferente, que permita encontrar aspectos nuevos que no habían sido descubiertos. En este caso la publicación debe girar sobre las nuevas aportaciones. La pluralidad existe cuando se tiene un punto de vista distinto, no cuando se repite a otro.


La redacción de una investigación sigue también criterios rigurosos que deben permitir al lector la rápida distinción de lo que es nuevo conocimiento y constituye la aportación del autor. En Inglaterra se enseña que no tiene sentido escribir para publicar algo que ya ha sido descubierto. Esta máxima se sigue en todo el mundo.


Como todo conocimiento nuevo descansa sobre otro desarrollado previamente, es obligatorio citar las fuentes originales que han dado lugar al material anterior. Pero cuando un problema, o tema, ya ha sido explicado, los trabajos posteriores que utilicen sus resultados deberán citarlo directamente. El primero en el tiempo tiene la prioridad sobre la creación del conocimiento y no es válido que las nuevas publicaciones se dediquen a repetir el trabajo que alguien ha hecho antes, pues carece de originalidad. La repetición de contenidos se juzga innecesaria y es cotidiano exigir que eso se elimine y únicamente se cite a la fuente donde fue publicado originalmente.
El proceso de arbitraje de una publicación exige a veces que el autor revise y cite obras que han tocado el mismo tema. Esto sucede cuando el autor desconoce qué obras habían tratado antes ese mismo problema. Cuando esto ocurre, la obra nueva debe advertir dónde termina el conocimiento anterior y empieza la nueva aportación.
Cuando las aportaciones nuevas no son consideradas como suficientes, se dictamina así y se comunica al autor que su obra aún no amerita ser publicada.
Esta práctica, cotidiana en el mundo científico, no la observa la Universidad de Sonora en la publicación del libro que comento. ¿Porqué exigir menos rigor en historia que en biología, física, química o matemáticas? Otra pregunta más: ¿Cómo protegen las autoridades de la Universidad de Sonora las obras originales de sus académicos? La institución puede corregir su error o persistir en él, pensando que en el conocimiento, como en la política mexicana, todo se vale. En este caso es una imagen contraria a la Universidad que decimos ser. Si los profesores somos la base del desarrollo de la Universidad de Sonora, como oficialmente se dice, podrían empezar por respetar nuestro trabajo.
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